Cuando toca habitar donde no nos gusta

Más de una vez me sucedió. No me gustó el barrio, o los vecinos o el edificio que actuaba de hogar.  Las reacciones siempre se parecen: 

La indefensión aprendida es una de las matrices que incorporé durante mi vida y que interviene en mis maneras de actuar. Me nace reaccionar resignándome o diciendo "No es tan malo, después de todo". Solo que ahora, si me descubro expresando frases de ese tipo, se despierta en algún lugar el rastreador de frustraciones y me obligo a analizar lo que sucede en mi interior.

En ese fugaz momento hay una especie de disección entre el pensamiento descorazonado y la que lo observa. El pensamiento revuela con argumentos cada vez más tenebrosos y la que lo observa inspira profundo y exhala despacio el aire para aferrarme al momento presente.

No le explico al pensamiento derrotista que, si bien la situación que vivo es desagradable o muy mala, sus respuestas surgen de vivencias viejas, de las Vero que ya no soy. No le explico nada porque no se puede razonar con lo irrazonable. Cierro los ojos y exhalo con ruido, solo para escuchar algo que no sea mi cabeza pensante. 

Cuando el cuerpo vuelve a calmarse, cuando cierto hormigueo o sensación innombrable anida un poco más arriba que la boca de mi estómago, sonrío para fortalecer la sensación de estar aquí y ahora y no en mis viejas vivencias de indefensión.  

La realidad es que esta situación no es la que quiero. Lo acepto. Es el punto de partida: sé lo que no quiero. Sé que este lugar no es para mí. Y elijo pensar-percibir alternativas:

  • Traspasar el alquiler, si estoy arrendando
  • Irme temporalmente a otra casa habitación, aunque esto genere mayores gastos
  • Poner a la venta el lugar, si es mío
  • Recurrir a un Otro (vecino, policía, atención al consumidor...) que pueda intervenir como mediador
Imagino al perro del experimento, echado en la jaula con choques eléctricos y que no sale aunque ahora está la puerta abierta. La resignación es una respuesta animal a situaciones que desbordan. Tomo consciencia de esa situación que me desborda y la acepto. Al aceptar lo que es, al reconocer que existe y que no me agrada, actúo con esta dimensión humana de ser consciente y elijo los pasos que daré hoy para alejarme de ahí.

 

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