Me sirve. No me sirve
Todo lo que se me ocurre hacer suena a sinsentido, aburrido, inservible, y entonces quedo sin hacer nada. Si no hago nada, la loca de la casa se pone a gritar angustias a diestra y siniestra, como si este tiempo de inseguridad, apatía y abulia fuera para toda mi vida. Como si nunca más fuese a enamorarme de la vida. Ahora estoy apática, pero este mismo acto de escribir para tomar distancia de lo que sucede, es un acto de rebeldía. Y donde hay rebeldía, aunque sea mínima y esporádica como sucede en mí estos días, hay creatividad. Hay disconformidad con el “esto es así”.
No me sirve cualquier casa porque no me alcanza el dinero.
No me sirve cualquier zona porque no sé dónde ir.
No me sirve cualquier cosa porque no sé qué hacer.
No me sirve.
Eso indica que, en algún lugar, queda atisbo de creatividad como para reconocer qué me sirve.
Me sirve un lugar tranquilo, amplio, donde pueda mirar lejos. Playa, sierra, campo.
Me sirve un lugar con gente, donde me sienta segura, en donde pueda participar de actividades comunes como hago ahora aquí: gimnasia, teatro, cine, encuentros fortuitos con gente.
Me sirve relativamente cerca de donde está ella, como para no perderme las cosas importantes de su vida.
Me sirve una casa que tenga potencial, espacio, paredes buenas, estructura sólida y jardín.
Me sirve un sitio seguro y agreste.
Me sirve mucho más que una casa frente al mar.
Me sirve todo aquel lugar que me inspire, me acerque a lo agreste, a la naturaleza selvática que aún queda en algunos sitios de este lugar.
Me sirve mucho más que una casa frente al mar.
Ahora, que sé qué cosas me sirven, que sé con cuánto dinero cuento, que sé el tiempo en que debo irme, que sé que ahora puedo buscar, seguramente encuentre propuestas que me sirvan.
De a poco, intuyo por dónde está el inicio del hilo de Ariadne, el que me permitirá salir de este laberinto