Volver a empezar
Necesité darme cuenta para poder ver lo que sucedía en mi vida. Y, entonces, pude volver a empezar.
Cuando digo darme cuenta no creas que un día sucedió algo extraordinario que quitó la venda de mis ojos. No. Suelo transitar la realidad por un lado rebuscado y analítico. Mi darme cuenta lo vine a reconocer hace realmente poco, atendiendo a cómo viví .
Mi realidad era que hacía años no sabía quién era. Vivía eficientemente hacia afuera haciendo, hablando, actuando. No sabía qué me movía, cuál era el sentido de mi vida.
Tomé como míos los deseos que en mi entorno se consideraban necesarios para estar bien: ser buena en el trabajo, tener vida espiritual, una familia, un hogar, amigos, dinero, calma. Y no eran cosas malas, pero no quitaban la sensación de no saber para qué hacía lo que hacía, de no sentir.
Todo me daba igual, aunque actuaba eficientemente.
Volver a empezar tampoco fue de un día para el otro. La verdad es que tiendo a actuar como siempre actué: escapando, desconectándome de lo que duele, esas cosas. Aún así, sabiendo que esas maneras de enfrentar la vida forma parte de mi realidad, me veo construyendo algo nuevo para mí. Algo muy parecido a una nueva realidad. Y todo porque estoy aprendiendo a darme cuenta de cómo actúo para evitar el presente, el único momento en que puedo saborear lo que es. Y, en ese momento de aceptación, me animo a actuar según cómo quiero que sea.
En unos años veré lo que hoy hago como algo natural, pero ahora me exige estar atenta al presente.