Las acciones basadas en creencias siguen siendo creencias
Desperté con esa certeza en la cabeza. No sé si formaba parte de algún sueño; no recuerdo sueño alguno. La frase se presentó apenas me sentí despierta y, cuando comencé a anotarla, adquirió claridad.
Ahora recuerdo un cuento que hacía mi padre, sobre un judío que se había convertido a cristiano. Cuando sus vecinos se enteraron fueron a pedirle dinero, y él se los daba. Hasta que en un momento dice, ¿Pero no pueden ver a un cristiano con plata?
Ser o no ser, no existe demostración
Como si volverme espiritual exigiera predicar una determinada manera de vivir. O, lo que es más trágico, mi manera de vivir. Ese es el engaño del ego, de mi antigua manera de ser -que sigue formando parte de mí. Y es engaño porque me impulsa a cumplir con expectativas de creencias sobre cómo es alguien espiritual o consciente.
Todas las expectativas son pensadas, por tanto, estipuladas por el mismo ego o mente mundana. Si mi motivación surge de ahí, el mismo afán es pérdida de consciencia. Y triunfo del ego.
Juzgar sólo cuando se precise
Entonces, ¿cómo saber si otros que dicen estar despiertos lo están?
Y me respondo, ¿para qué te preocupas de el despertar de otros? Ocúpate tú de volverte consciente. Y eso es suficiente tarea.
Pero si no trabajo de juez, si no necesito valorar una realidad, simplemente la vivo como se presenta.
La trampa está en querer demostrar lo que soy mediante acciones que supuestamente señalan el cambio. Y esto que hoy percibí que puede ocurrir con lo espiritual, ocurre en todos los ámbitos humanos.
"Mira mi éxito, aprende de mí"
Nuestra sociedad del siglo XXI naturaliza el éxito como sinónimo de poder individual económico y financiero. En otras épocas, en que el poder se basaba en otros parámetros, también el éxito tenía otros parámetros. Lo que siempre ha sido igual es este rasgo mundano de querer universalizar maneras particulares de vivir.
Ahora que se endiosa el éxito económico, hay una especie de avalancha de enseñantes de cómo tener éxito. Se trata solo de otra imposición de una creencia de vida como la mejor. Y muchos realizan cursos para vivir después. Aunque ahora sufras porque te vuelvas esclavo; trabajas por tu futuro deseado.
Y no es que esté mal el deseo en sí. Al menos yo no lo veo mal.
A mí me encantaría ser millonaria y deseo profundamente comprar una estancia de mil cuadras con un parque hermoso para vivir allí. Pero mi éxito lo mido por esta calma actual y cierta que encuentro en disfrutar el día como va transitando. En darme cuenta -cada vez más seguido- de lo que vivo. En aprender a reconocer la acción correcta que conviene que haga ahora, en este momento.
¿Lograré los miles de millones y la estancia con parque? No sé. Actúo ahora para lograrlo en este paso concreto de escribir, que es lo que había planificado.
¿Será mi futuro tan hermoso como lo idealizo? No sé. Pero ¿quién me quita lo vivido hoy, lo actuado ahora, lo disfrutado? Este modo de transitar consciente me acerca a lo que para mí es éxito: no volverme esclava de mi deseo.