Cómo lograr paz interior
Respiro. No medito. Simplemente atiendo cómo respiro.
No hay una única manera de llegar a sentir paz, cierto. Sin embargo todas las maneras tienen algo en común: se basan en habitar el momento que transcurre ahora, en que escribo esto.
Aprendo a cada momento a no ser exigente conmigo ni aceptar lo que el pensamiento ordena: tienes que estar en el ahora -dice. No pienses tantas cosas. Mi cerebro quiere ayudarme a dejar de pensar, pero sus exigencias me generan inquietud.
No, le digo a mi cerebro acelerado. No se trata de impedirte pensar. No se trata de luchar con esto que ahora me sucede, que es pensar que estoy pensando que no puedo dejar de pensar. Cuando siento que te enfrasacas en ese estado -le hablo a mi cerebro- simplemente permito que hagas lo que haces, y respiro mientras observo tu apremio por hacer lo correcto que, supuestamente, sería dejar de pensar.
No. Habitar en el ahora no es evitar pensar. Estoy pensando; y estoy atenta a no identificarme con lo que pienso. Para no identificarme acompaño con mi atención al aire que entra a mi cuerpo y luego sale. Eso me ayuda, porque siempre respiro ahora.
Otras veces me ayuda recorrer despacio con mis dedos un objeto cercano. Presto atención a cada sensación que surge. Mi cerebro dice áspero o rígido u otra palabra que describe lo que siento y entonces, como está atento al objeto, puedo volver a observar qué es lo que piensa.
Son formas para darme cuenta que no soy mi cerebro pensante, como no soy mi corazón latiendo. Soy la que mira lo que pienso.
La calma no es la meta, escuché decir.
Me ayudó mucho esa frase. No se trata de hacer cosas para alcanzar la paz. Ella llega cuando percibo el momento que vivo, y lo habito. Y es desde ahí que aprendo a planificar mi vida sin aferrarme a lo que supongo que debe ocurrir. Organizo las ideas, las acciones que voy a hacer, y reoriento mi marcha.
Si percibo que me preocupo por qué sucederá, respiro. No preciso pre-ocuparme. Estoy ocupándome al organizar las acciones que haré. Ya luego, cuando le toque el turno a cada acto o tarea que organicé, veré si es necesario modificar algo.
Aprender a vivir así, percibiendo lo que actúo y dándome cuenta qué paso doy ahora, ayuda a percibir calma. Aunque en el momento esté trabajando o escribiendo o corriendo el ómnibus. Siento calma cuando no me exijo estar en calma. Y no me exijo estar en calma cuando observo que pienso (porque mi cerebro funciona bien y es lo que hace) pero sé que no soy mi cerebro.
Soy quien observa qué pienso, la que entreveo si lo que pienso tiene rabia de algo que viví, o ansiedad por algo que sucederá. Aprendo a aceptar que tengo esos pensamientos y los dejo pasar. No me entretengo en darles vueltas.
Esto que cuento es un boceto que aplico en mi vida y nunca de la misma forma. Lo hago cada vez con más frecuencia. Y noto que a veces hasta me resulta simple reconocer cuándo mi cerebro piensa desde mi historia o cuándo piensa desde mi futuro.
Yo soy la que observo y decido habitar en este momento. Mucho más cuando tengo miedo del futuro o culpas y rabias por el pasado. A la larga, habitar el ahora, se traduce en calma.