Reciclo. Pero eso NO me vuelve una consumidora consciente. Tampoco seré consiente por comprar determinados productos o por hacer campaña para que la gente no consuma los productos que detesto.
El mercado es mucho más astuto y veloz que las personas con pretensiones de consumir conscientemente. Ya creó todo un mundo de empresas y emprendedores que ofrecen productos para estos nuevos consumidores ecológicos. Incluso las grandes empresas apoyan diversos movimientos o grupos sociales que se enfrentan, unos a otros, señalando lo que es bueno o malo para el resto del planeta.
Nada de esto nos vuelve necesariamente personas conscientes al consumir. Porque la consciencia no es algo externo, que se pueda adquirir por participar de cierto estilo de vida.
Hace un tiempo me di cuenta que hay 3 decisiones que me permiten tomar consciencia de qué voy a consumir. La ventaja de identificar estas acciones por separado es lo que permite darme cuenda y decidir sobre lo que actúo. Decidir si realmente aporta al estilo de vida digna y sostenible que valoro.
Estoy aprendiendo a incorporarlas de forma cotidiana ya que están íntimamente ligadas al mismo proceso de vida social. No tienen que ver necesariamente con el manejo del dinero (muchas veces el mercado nos lleva a consumir sin gastar dinero).
Te cuento de qué se trata:
Y no me refiero a aprender a no endeudarte, que también es bueno. Hablo de ciertos conocimientos que nos permiten comprar cosas que duran más tiempo y, principalmente, solo lo que precisamos comprar. No por impulso.
Soy pésima comprando; compro de forma impulsiva. No me tientan las tiendas de ropa, muebles, etcétera. Sin embargo, tengo en mi casa una serie de objetos absurdos que vi y me parecieron ideales. Por ejemplo, una costosa cámara frontal para el auto que debía poner y sacar cada vez que me bajaba del coche, para evitar que la robaran. Un masajeador anticelulitis que cuando lo usé sentí que la piel se desgarraba por dentro de la fuerza con que succionaban aquellas ventosas. Y la lista sigue.
Si no lo uso, es una compra inconsciente. Es hecha por un impulso que nace vaya a saber de qué necesidad interna. Aprender a comprar me enseña a:
Decidir qué necesito renovar
Anotar cuando se rompe o agota algo es un acto que muchos tenemos incorporado para ir a hacer las compras al almacén. Pero podemos dar un paso más: recorrer las zonas de casa que atendemos poco y
analizar si es momento de renovar algo. Por ejemplo, en mi caso, me obligo a ir al ropero, dar de baja lo que debe ser dado de baja y anotar qué ropa necesito.
Hacer esta recorrida tiene -por lo menos- dos beneficios:
- reponer lo que no me interesa pero necesito (puedo vestir años con el mismo vaquero y buzo cómodo)
- darme cuenta cuando en la tienda encuentro algo que siento como una necesidad. Si no estaba en mi lista probablemente sea es un destello de emoción (como cuando compré la cámara para el auto). Por eso, dejo pasar unos días para ver si realmente lo voy a usar.
Decidir cuándo voy a hacer las compras para renovar
También esto es importante. Elegir el momento. No solo el día de ir a la tienda, sino el momento del año. Hay meses en que uno tiene más gastos que otros, y conviene no hacer las compras durante ese tiempo. Si estamos justas de presupuesto vamos a comprar lo más barato.
Y no siempre comprar barato es una compra consciente.
Atender a la relación precio-calidad
No precio-marca, sino calidad. Hace unos meses compré unos pantalones deportivos de algodón. Son de una marca extraña y más económicos que los que había comprado antes. Sin embargo la tela no se ha frisado a pesar de los muchos lavados que lleva. La calidad no depende de la marca ni del precio.
No siempre la marca está asociada con la calidad. De hecho hay tiendas de marca que venden las mismas prendas (misma calidad y origen), pero cambian el precio por la etiqueta de la marca.
Es útil leer las etiquetas para saber la composición y resistencia de la prenda. Por ejemplo, si dice algodón la calidad depende del número de hebras que tiene la trama.
El número de hebras aparece generalmente en las etiquetas de toallas y sábanas, muy pocas en las de las prendas de vestir. Pero te das cuenta al tacto. Si la prenda de algodón tienen muy pocas hebras entramadas, termina perdiendo el corte original. Te la pones y queda toda estirada.
La calidad de un objeto nos asegura mayor durabilidad y, repito, no necesariamente va asociado a tiendas de marca.
No compro si no me alcanza para lo que quiero
Si, por ejemplo, estoy buscando un sofá de 3 cuerpos tapizado en determinada tela y no me alcanza el dinero ni el presupuesto que tengo marcado para usar la tarjeta, sigo ahorrando hasta que me alcance.
No compro el sofá que puedo pagar ahora, porque termino llevando a casa un objeto que no me enamora y gasté el dinero que tenía destinado para comprar ese objeto.
La clave es esperar para poder comprar el que me enamora. Esa es una buena compra.
Hay que enfrentarse al ¿y te vas a quedar sin el sofá toooodo ese tiempo?
El concepto de bien común permite ubicar el tema en un lugar diferente al de puedo pagar y es de mi propiedad. Hay otros seres vivos que también necesitan de esos bienes.
Algunos ejemplos:
El agua
Que yo tenga la comodidad de tenerla en casa no me da derecho a abusar de ella o dejar que corra por el desagüe. El agua es un bien escaso en muchísimos países. Quienes la tenemos al alcance de la mano tendemos a perder de vista que es un bien que se acaba, y que necesita que seamos responsables al usarla.
No se trata de no usarla. Sino de llevar nuestra consciencia a la manera en que la usamos.
Por ejemplo, para cuidarla comúnmente me ducho en pocos minutos. Cierro la canilla cuando me lavo los dientes para no desperdiciarla. Hasta la reutilizo cuando preparo la pasta de papel maché con la que hago artesanías.
La energía
El mismo cuidado lo tengo con la electricidad. Trato de evitar que la energía se pierda sin necesidad. Por ejemplo, apago el calefón luego de ducharme, evito dejar electrodomésticos o luces encendidas. Hasta evito comprar electrodomésticos que facilitan tareas (como la jarra sopera o la amasadora de pan) para no tener que dejar un aparato encendido. A mi no me cuesta tanto organizarme para tener sopa y pan calentito cuando los quiero comer.
El suelo
Pocas veces tomamos contacto sobre este bien común. Para mí cuidar el suelo es clave. Lo hacía en el apartamento y también ahora, en la chacra. Evito usar fertilizantes o productos industrializados para mejorar las plantas o combatir las plagas. En lugar de matar los pulgones con un veneno, paso agua enjabonada por las hojas. O uso el vermicompost de mis lombrices para mejorar la tierra de las macetas.
Lo que importa es tomar consciencia que también en lo pequeño uno puede influir positivamente o no en la convivencia con otras especies. No me interesa matar todas las hormigas con un veneno. Las hormigas tienen un rol fundamental en el equilibrio del jardín. Basta con reducir la población para que necesiten menos alimento. Para ello me apoyo en el hongo que crece en el arroz. Les dejo montoncitos de arroz cerca de la entrada, y ellas solas lo introducen al hormiguero.
Nuestra manera de vivir prioriza a Cronos. La secuencia temporal. El planteo de metas, objetivos y las acciones para alcanzarlas.
De alguna manera nos hemos acostumbrado a creer que Cronos es el tiempo más valioso. Cierto que es necesario tener metas, objetivos, y hasta un Cronograma. ¿Cómo organizar momentos de encuentros sin tener presente a Cronos?
Pero Cronos solo es uno de los tres modos de percibir la temporalidad. No el más importante aunque sí el que tiene más difusión en nuestra sociedad.
Cuando estoy presente, atenta a lo que vivo ahora, soy capaz de reconocer las ocasiones de transformar lo que deseo cambiar que introduce Kairós.
Y hasta llego a percibir la eternidad de Aión en el espacio de calma que siento en mi interior.
Esto hace que use el tiempo a mi favor.
Dedico un momento a escribir las acciones en la temporalidad pautada por Cronos, y uso el calendario del celular para que las alarmas me recuerden las tareas planificadas. Pero después lo suelto, y aprendo a percibir el momento que vivo ahora. La acción que hago (o que postergo) en este presente que habito.
Actuar de esta manera vuelve consciente el momento en que me alejo de lo que dije que había planificado. Si reconozco que es mejor no hacerlo, lo suelto sin culpas. Si no es mejor para mí, elijo si vuelvo a lo previsto o si le busco otro momento para hacerlo.
No quiero vivir más en el apremio y exigencias de Cronos. Porque esa vivencia del tiempo me lleva a consumir compulsivamente y a moverme sin cesar de un lado a otro.
Cuando integro las 3 dimensiones del tiempo, lo cotidiano le hace espacio a la consciencia.